El Cuarto Domingo de Adviento nos coloca frente a una de las escenas más humanas y profundas del Evangelio: María recibiendo un anuncio que cambia su vida por completo. No entiende todo. No tiene garantías. No sabe cómo reaccionarán los demás. Y aun así, confía. Dice “sí” sin ver el camino completo.
Para muchos solteros católicos, esta espera se siente muy cercana. Esperar al esposo o esposa que Dios ha prometido, esperar claridad, esperar estabilidad, esperar respuestas. A veces la espera duele. A veces cansa. A veces parece interminable. Y es justamente ahí donde María se convierte en nuestra compañera.
María no tenía un plan detallado. Tenía fe. No sabía cómo se resolverían las preguntas prácticas, sociales o emocionales. Sabía, eso sí, que Dios era fiel. Su confianza no fue ingenua, fue valiente. Fue una decisión diaria de abandonarse a la voluntad de Dios incluso cuando no comprendía.
En la soltería, muchas veces pedimos señales claras: fechas, certezas, personas concretas. Dios, en cambio, nos invita primero a la confianza. A creer que el tiempo de espera no es tiempo perdido. Que Él está formando el corazón antes de entregar el don. Que el amor verdadero no se improvisa, se prepara.
El Cuarto Domingo de Adviento nos recuerda que el amor de Dios llega, pero no siempre según nuestros tiempos. María no adelantó el plan ni lo forzó. Lo acogió. Y en ese acto de fe silenciosa, el mundo fue transformado.
Si hoy estás cansado de esperar, si sientes que el Adviento de tu vida se ha prolongado demasiado, mira a María. Ella te enseña que confiar no significa no sentir miedo, sino avanzar a pesar de él. Que decir “hágase” es un acto de libertad profunda.
Cristo está más cerca de lo que crees. Incluso en la espera. Incluso en la soltería. Incluso en las preguntas sin respuesta.
Oración final – Oración a la Virgen María
Virgen María, Madre de la Esperanza, enséñanos a confiar cuando el camino no es claro. A esperar sin desesperar y a creer que Dios cumple sus promesas en el momento perfecto. Acompaña nuestro corazón en la soltería y prepáralo para amar como Tú amaste: con fe, entrega y confianza total en Dios. Amén.
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